lunes, 7 de junio de 2010



Corría una tarde, risueña de Mayo;
el sol ocultaba su disco en ocaso;
los ténues fulgores de sus rojos rayos
ya sólo teñían del monte los altos.
¡Qué limpido el cielo! ¡Qué verdes los campos!
¡Qué frescas las flores! ¡Qué alegres los pájaros!
Rompiendo zarzales y arroyos saltando,
por montes a veces, y a veces por llanos,
un par de pasiegos, o dicho más claro,
pasiego y pasiega con su nene de año,
al pueblo volvían después de haber dado
mil vueltas vendiendo sus telas y trapos.
El cuévano al hombro y el niño en los brazos,
¡qué alegre iba ella riendo y cantando!.
¡Qué grave el pasiego y que ensimismado!.
-Pero hombre , Tiburcio- le dijo ella al cabo,
-¿en qué diablus piensas?,¿Qué tienes?... ¿Vas malu?...
-Voy buenu, a Dios gracias... -Pues tú tienes algu...
¿Decirme no quieres en qué vas pensandu?-
-Pensaba que el chico es rubiu y muy guapu...
Y tú eres muy negra, y yo... no soy blancu...
-¡Jesús y qué cosas te ocurren!... Qué malu
te has vueltu, Tiburcio, y qué mal pensadu!.
-No tal, Sebastiana, pero ¡ay! como hay casus...
-Dios hace todo esu como hace milagrus...
-Si, sí... ¡Pero a veces también lo hace el diablu!.


(Diario de 1894)

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