viernes, 5 de marzo de 2010

Égida purriega.




"Como las águilas en los picos inaccesibles de la ingente cordillera, son estas zagalas las reinas y señoras del puerto cuando, mediada la primavera, no han subido todavía las cabañas de Cabuérniga o Campoo a inundar aquellas brañas dilatadas de ganados y vaqueros.
No temen a las fieras de las que se defienden con sus mastines; ni menos a los hombres, que de tarde en tarde crucen el puerto de pasada hacia Campoo o hacia el Nansa, en busca de ferias lejanas o de ganados extraviados. Para defenderse de éstos, si son atrevidos o descorteses, y muchas veces aunque no lo sean, tienen ellas, reunidas en grupo, lo que en su lenguaje de haches aspiradas, llaman enseñar a "jarar". No sabes lo que esto significa,¿verdad?. Pues imagínate a un asendereado caminante que, cansado de subir y bajar pendientes, se topase con ellas de manos a boca al coronar una loma, y que aprovechándose de tan feliz coyuntura, tomase asiento a su vera a dar el necesario descanso a sus huesos quebrantados y un ratuco de conversación a las mozas. Pongo las dos orejas y no las pierdo, a que si se excede un poquito en el hablar, si pasa un punto, no más, la raya del decoro no pasarán unos minutos sin que le cojan por los pies y se lo lleven arrastrando monte abajo, hasta donde termine la pendiente, que puede ser muy larga, o hasta que se les agoten las fuerzas que no suelen ser escasas. No le soltarán por mucho que grite y proteste y patee, sin haber terminado la surcada, aunque los tocones de los brezos y las puntas de las piedras salientes le rasguen el pellejo y conviertan su vestido en mísero montón de harapos. La víctima no suele quedar con ganas de protestar por el atropello. Y peor sería si lo hiciese porque repetirían la gracia alargando la surcada otro tanto y...¡ayúdenme ustedes a sentir!. Abandonada la dejan a su suerte y riéndose a carcajadas se alejan, saltando sobre los brezos y las peñas como ágiles cervatillas".

Estampas Campurrianas (1945).

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