sábado, 10 de julio de 2010

El Pericote del Rey.





Llegué al casetón de las minas acompañado de mi espolique, en el momento preciso en que las mozas de Sotres y Tresviso estaban trenzando un Pericote de mucho jaleo.
Así se llama en estas tierras de Potes el baile familiar, el fandango indígena de esta región del mundo en que el hombre gatea cuando quiere andar, y si se descuida o le falta un pié en el escalar de las rocas, baja rodando como los aludes a lo hondo del valle.

He observado que nadie tiene miedo a las ascensiones y no quiero ser menos. Monteros y pastores parecen gatos monteses al zarpear por los riscos y sería tonto que yo me asustase, pues por algo llaman gatos de Madrid a los hijos de la Corte de Las Españas; esta vez creo que lo dejaremos bien probado en El Grajal y Andara.

Las mozas de los villancicos y las que pericotean escarbando la yerba donde la hay, nos miran con verdadera sorpresa, porque no se explican nuestra agilidad de lagartijas. Y los monteros se ríen cuando alguno de nosotros "coge una liebre" al apuntar a un rebezo, y al resbalar pone las manos en un matujo de zarzas.

D Alfonso come democráticamente cuaja en escudilla y bebe en zapita. Ha bailado el Pericote con las guapas mozas de Tresviso y ninguna ha hecho "dengues", y eso que todas lo llevan bien colorado y ceñido al pecho.

(Diario de 1882)

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